Si una noche de invierno un navajero. Y a partir de aquí una historia de quinquis y macarras allá por los 80 para dar la vuelta al mundo de la nostalgia 'boomer'. No, no, mejor si una noche de invierno un tesorero. Y hacemos una crónica muy documentada pero muy parcial, entre la realidad y la ficción, de los tejemanejes económicos y políticos de las grandes empresas y de los partidos políticos. Veamos. Quizá más adecuado lo de si una noche de invierno un camarero. Con su pizquita de choque social y su costumbrismo de resort con todo incluido. Y si nada de esto te convence, móntate un cuentacuentos, un filandón leonés, una tertulia literaria, un club de lectura, un podcast. Que se vengan el vizconde demediado, el barón rampante y el caballero inexistente. Y todos los personajes de Italo Calvino, cuyo centenario celebramos con juegos de artificio. Si mil y una noches un viajero, ten una cita con Sherezade. O con la Maritornes. Contar para seguir viviendo. Vivir para seguir contando. Calvino desbordante, Calvino exagerado, Calvino como ejemplo de escritor jamás verbilampiño.