Cuenta Pilar Aymerich que, al igual que Robert Doisneau, ella nunca sale a cazar fotos, sino a pescarlas. Mi técnica siempre ha sido la misma: llegar muy pronto al sitio donde pasarán los hechos, comprobar la luz, intentar ser invisible y después esperar. También explica que siempre llevaba una polvera en el bolso en las manifestaciones y que cuando la policía empezaba a cargar, me ponía en un rincón a pintarme los labios y siempre pasaron de largo. He sustituido la fuerza por la delicadeza, confiesa la gran fotógrafa de los movimientos sociales de los 70 y los 80 en Catalunya. Ahora reúne 50 años de instantáneas, retratos icónicos, recuerdos y alguna que otra confesión íntima en La Barcelona de Pilar Aymerich' (Comanegra, hoy en librerías). También estrena exposición, 'Los vintage de Pilar Aymerich', en la Galería Rocío Santacruz.