Si el seminal Festival de Woodstock de 1969 se anunció en su día como "tres días de paz y música", la réplica que tuvo lugar 30 años más tarde a unos 160 kilómetros del emplazamiento de la primera edición bien merecería el epígrafe de "cuatro días de violencia y mierda". Woodstock 99 ha pasado a la historia como una pesadilla fruto de la codicia; una pira funeraria hecha de basura e intereses corporativos en la que unos jóvenes criados en época de abundancia y con la testosterona disparada redujeron a cenizas (literalmente) el espíritu 'flower power' que animó el festival original.