La canícula pequinesa recomienda la huida. Los emperadores dejaban la céntrica Ciudad Prohibida para aliviarse en el Palacio de Verano, un esponjado complejo de jardines, lagos y templos en una zona de humedales al noroeste. La aristocracia roja, por su parte, abandona Zhongnanhai, el epicentro del poder comunista levantado a tiro de piedra de la antigua residencia imperial, para chapotear en las playas de Beidaihe, unos 300 kilómetros al este.